domingo, 8 de septiembre de 2013

CRÍTICA DE "SIMON KILLER"


El viaje iniciático de un asesino en potencia   
SIMON KILLER êêê
DIRECTOR: ANTONIO CAMPOS.
INTÉRPRETES: BRADY CORBET, MATI DIOP, CONSTANCE ROUSSEAU, MICHAEL ABITEBOUL.
GÉNERO: DRAMA /FRANCIA- EE. UU. / 2011  DURACIÓN: 101 MINUTOS.          


       Bueno, por fin ayer vi SIMON KILLER, un trabajo de 2011 que ni siquiera se ha estrenado comercialmente en España y que supuso el segundo film de Antonio Campos tras Afterschool (2008), que fue presentado en el Festival de Sundance y que me habían recomendado algunas personas en las que confío tras haber asistido a su proyección en el Festival Internacional de Cine de Autor de Barcelona. Tras el visionado, la cinta se me ha quedado por debajo de las expectativas creadas pero ni mucho menos es una película despreciable.
     

      La función nos narra las desventuras de un joven norteamericano que se acaba de graduar en la universidad, Simon (Brady Corbet) que viaja a París para tratar de olvidar una traumática ruptura sentimental tras cinco años de relación. Simon vaga sin rumbo por las calles de la capital francesa en donde visita a un pariente suyo, hasta que una noche conoce en un puticlub a una hermosa prostituta, Victoria (Mati Diop), con la que inicia una relación y, con mentiras y adoptando una posición lastimera, la convence que para acepte que se vaya a vivir con ella. Un día, el cada vez más perturbado Simon,  le propone a Victoria chantajear a los clientes ricos que están casados, un crimen que tendrá consecuencias inesperadas para todos los implicados.  


      Una vez más París, la Ciudad de la Luz, se nos aparece retratada de manera sórdida y amenazante (como si sus responsables se hubiesen impregnado del tono enfermizo del cine de Gaspar Noé en films como Irreversible o Seul contra todos), y Antonio Campos pone énfasis en ese aspecto desde la primera escena (el peligroso encontronazo de Simon con un tipo asiático cuando se halla paseando con dos atractivas chicas que ha conocido en el metro), escogiendo para la acción los lugares más sombríos y desolados, para lo que se ayuda de filtros de color rojo y azules, luces estroboscópicas, patrones de longitud de ondas y unas extraños ángulos de cámara que cercenan los cuerpos y el espacio y que alterna con planos fijos. Señales indicadoras de un estado de ánimo alterado.
     

       De potente puesta en escena, sugerente fuerza visual y gran fisicidad, el film focaliza su atención en Simon, un tipo alienado que nos muestra un perfil cada vez más desequilibrado, con dificultad para conectar afectivamente con las chicas, con las que mantiene unas relaciones turbias, al que la ruptura con su ex le ha dejado muy tocado y que no duda en utilizar la violencia si algo no le sale como esperaba. Una violencia que, por lo que narra a su primo Carlo, estamos seguros que también utilizó con su ex novia. Se nos aparece como un tipo amable y educado, pero hay algo en él que le cubre de oscuridad: en la soledad de su habitación se consuela con el cybersexo y en su primer contacto con la prostituta sólo se masturba abrazado a sus glúteos.


      A medida que avanza el metraje aumenta la tonalidad desasosegante y claustrofóbica de la trama, sobre todo cuando Simon, desnudado ya como un repelente parásito que se aprovecha de las mujeres, decide utilizar a Victoria (que tras divorciarse no le quedó más remedio que dedicarse a la prostitución), como carnaza para chantajear a sus  potenciales clientes ricos, al mismo tiempo que inicia otra relación con una de las chicas pijas que conoció en el metro, y se divierte en las discos de moda al ritmo de LCD Soundsystem y su impagable Yrself Cleam, mientras Victoria, malherida, espera desesperada en la soledad de su piso.



       La dolorosa ruptura sentimental con su ex le ha provocado a Simon un trastorno emocional y una neurosis depresiva que le lleva a tratar a las mujeres como si fueran meros objetos, sin que le importen ya los sentimientos. Simon estudió neurociencia y al parecer basó su tesis en la conexión entre la visión y la amplitud de nuestro cerebro para procesar esa información, de ahí que SIMON KILLER, un trabajo más sensorial que intelectual,  nos arrastre a un clímax de escalada fatídica en el que se masca una gran tensión, un final en el que recuperamos el oxígeno de forma abrupta y en donde vemos a Simon caminar de frente cuando siempre se nos había mostrado haciéndolo de espaldas; es sólo el primer tramo del viaje iniciático de un asesino en potencia. 

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