lunes, 6 de febrero de 2012

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: ASESINATO EN 8 MM


ASESINATO EN 8 MM 
DIRECTOR: JOEL SCHUMACHER
INTÉRPRETES: NICOLAS CAGE, JOAQUIN PHOENIX, CATHERINE KEENER, JAMES GALDONFINI PETER STORMARE.
GÉNERO: THRILLER / EE. UU. / 1999  DURACIÓN: 116.    
     
    Cuando se estrenó ASESINATO EN 8 MM (8 mm, Joel Schumacher, 1999), muchos críticos erráticos la infravaloraron y emparentaron con la ópera prima de Alejandro Amenábar Tesis (1996), sólo por el simple hecho de que ambas trataban el tema de las películas snuff (grabaciones de violaciones, torturas y asesinatos reales que sin ayuda de ningún efecto especial registran ese horror para posteriormente distribuirlas comercialmente). Algo tan simplista y extravagante como comparar Boinas Verdes (John Wayne, 1968), festiva y delirante apología de la intervención norteamericana en Vietnam, con Apocalipse Now (Francis Ford Coppola, 1979), película que definió todo un paradigma visual sobre el infierno vivido en esa guerra. Siempre he defendido que Tesis es la única película que salvaría de la quema de la escueta filmografía del ínclito Amenábar, pero aunque el argumento de las snuff movies ya fue tratado antes de que se inventara el término en la magistral película de Michael Powell El fotógrafo del pánico (1960), inteligente variante del cine de psicópatas en donde la cámara sustituye al ojo para filmar la angustia y muerte de unas chicas jóvenes, el antecedente más claro del film de Schumacher tal vez sea Hardcore, un mundo oculto (Paul Schrader, 1978), excelente cinta en donde su protagonista, un acertadísimo George C. Scott, emprende un tortuoso periplo para encontrar a su hija desaparecida y atrapada en las redes del turbio negocio de las películas pornográficas.    

       ASESINATO EN 8 MM, junto con Un día de furia (1992), las dos únicas películas que rayan a gran altura en la muy irregular carrera del director neoyorquino, nos narra la escalofriante historia en que se ve envuelto el detective privado Tom Welles (Nicolas Cage), contratado por una anciana viuda cuyo millonario marido ha fallecido recientemente. La afligida viuda ha encontrado en la caja fuerte  del difunto una película en Súper 8 en la que está grabado el brutal asesinato de una adolescente y que debido a su extraordinario realismo lleva a Welles a pensar que se trata de una película snuff. Cuando descubre la identidad de la joven víctima y contacta con su madre, una pista le hace viajar hasta Hollywood, en donde Max California (Joaquin Phoenix), un dependiente de una tienda de objetos, películas y libros para adultos, le servirá de guía por los tugurios más infectos del sexo bizarro. Las posteriores pesquisas le llevarán hasta la oficina de un inquietante productor de películas pornográficas y dominación extrema, Eddie (James Galdonfini), a quien comienza a espiar por su sospechosa actitud.
      
      Incomprendida en el momento de su estreno, pocos supimos ver que esta obra maestra rodada con respeto, eficaz realismo y unos actores en estado de gracia,   transformó la leyenda de las snuff movies en un intrigante thriller en el que el casi siempre excesivo Nicolas Cage logra la mejor actuación de su carrera, superior a la que le proporcionó el Oscar por Leaving Las Vegas. La interpretación sobria en gestos y expresiones de un hombre serio, sencillo, inteligente y abatido que proveniente de un hogar feliz, un matrimonio estable con un bebé maravilloso, se ve inmerso en un submundo sórdido de violencia y depravaciones que le hará cruzar todas las líneas rojas. Su premisa argumental es bien conocida: la típica adolescente de carácter díscolo que encuentra asfixiante el ambiente de su pequeña población y que un buen día se larga para tratar de triunfar en el mundo del cine, un estereotipo tan recurrente como auténtico que llena a rebosar los archivos policiales de adolescentes desaparecidas. De modo que si la trama no resulta especialmente original, sí lo es la manera en que Schumacher retrata de forma tenebrosa el itinerario que el detective tiene que seguir remarcando metódicamente las pautas de su investigación, cómo se va involucrando cada vez más en un caso que le está afectando personalmente, destruyendo su matrimonio y hundiéndole en la desolación más absoluta.

      Con cierta atmósfera de terror telúrico, personajes muy bien  elaborados y el típico esquema de las películas de detectives; una parte tranquila que hace evolucionar la investigación a base de pistas; y otra parte más dinámica en la que la acción y el riesgo convierten a nuestro héroe en un justiciero que suplica a la desconsolada madre de la infeliz víctima que le diga si en verdad quería su hija, porque si es así él se encargará de vengar su muerte y atroz martirio. Welles no puede explicarse por qué un anciano misógino y millonario pagaba enormes sumas de dinero para visionar la tortura y el sádico asesinato de una desgraciada chiquilla, la respuesta se la da el siniestro productor antes de morir: porque podía. Porque, apunto yo, en el cordero de Dios habitan el bien y el mal de forma melodiosa y hay un abismo que separa el ser interior del ser exterior. En su viaje al corazón de las tinieblas, un sucio, marginal y aberrante clima que hostiga al espectador, el ya embrutecido investigador también le pregunta al productor por qué hace eso, y sin nada que perder, el tipo contesta con una lógica tan aplastante como espeluznante: por dinero. Así llegamos al críptico final, cuando el detective a punta de pistola obliga al enmascarado verdugo, conocido como Máquina, a quitarse la máscara, y le sorprende su aspecto vulgar, un tipo gordo, calvo y con gafas que mata sólo por placer y se excita cuando hunde el cuchillo en el cuerpo de sus víctimas. No es un monstruo, pero está despojado de toda humanidad. Ha pasado más de una década desde su estreno, pero como tantas veces lo obvio es también lo más acertado, ASESINATO EN 8 MM está considerada hoy, para disgusto de indoctos, una película de culto.

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