miércoles, 3 de abril de 2024

CRÍTICA: "LA ÚLTIMA NOCHE DE SANDRA M." (Borja de la Vega, 2023)

 

"LA ÚLTIMA NOCHE DE SANDRA M." (2023) êêê

DIRECTOR: Borja de la Vega.

INTÉRPRETES: Claudia Traisac, Georgina Amorós, Nuria Prims, Nicolás Illoro, Pep Ambrós.

España / 2023 / 87 minutos

        Los más jóvenes no conocen la historia, y los mayores, si un día la conocieron, hoy la han olvidado. Pero yo, que en aquella época vivía rodeado de cines, libros, cómics, revistas y, sobre todo, de amigos igual de ávidos y curiosos, recuerdo bien aquel 23 de agosto de 1977 cuando una de aquellas actrices del cine llamado del “destape” se precipitó desde la terraza del segundo piso de su vivienda (y no desde el cuarto como se publicó), en la calle Álvarez Baena Nº 3 de Madrid. Se llamaba Sandra Mozarowsky, tenía 18 años, estaba embarazada de cinco meses y tras varias semanas en coma profundo, murió el 14 septiembre a causa de un fuerte traumatismo craneoencefálico en el Hospital Francisco Franco. La última entrevista la concedió el mismo día de su ¿accidente?, ¿suicidio?, ¿asesinato?, a la revista Semana. Básicamente decía que quería dejar por un tiempo el cine, que sólo le ofrecían papeles en los que, sin venir a cuento, tenía que desnudarse, que se iría a Londres a estudiar interpretación, que lo había dejado con su novio mejicano, que su deseo era ser una verdadera actriz porque el cine le fascinaba. El entrevistador, Luis Milla, le pregunta que si el motivo de su retirada no será, en realidad, porque está un poco llenita, es decir, embarazada. Y ella, claro, sale airosa del envite respondiendo que ha engordado un poco.

     Española nacida en Tánger en 1958, hija de un diplomático ruso y madre española, debutó con 11 años con un pequeño papel en la película El otro árbol de Guernica (Pedro Lazaga, 1969), junto a Inma de Santis, quien también murió años más tarde en un accidente de tráfico en Marruecos con 30 años. La carrera de Sandra Mozarowsky consta de una veintena de películas infumables y su presencia artística es mayormente irrelevante. Los directores de aquellos años de la Transición lo único que querían de ella era que se desnudara, violentando así su tímido y adolescente cuerpo, convirtiéndola en objeto de deseo para la mirada lasciva y el gesto baboso de millones de espectadores. Algo que ella odiaba porque frustraba sus aspiraciones y la deprimía.   


    Borja de la Vega rinde homenaje Mozarowsky con una espléndida Claudia Traisac metida en la piel de la actriz, imaginando lo que pasó las últimas horas antes de precipitarse desde la terraza de su piso en Madrid. No es una biografía porque nadie sabe lo que realmente sucedió. Sabemos que estaba sola, nos hacemos eco de sus miedos, de su angustia e incertidumbre, de sus sueños y aspiraciones. De su voluntad de ser una buena actriz, de las ilusiones de una niña que juega a ser mujer, que lucha porque se la tome en serio, huir del rol erótico de “Lolita” que le han asignado. Y ser, al fin, respetada.

     A Sandra la ha visitado su madre, su amiga Inma, y ahora está de nuevo sola, bebe alcohol, fuma, toma pastillas para adelgazar, graba sus ensayos, pero su descenso a los infiernos se hace cada vez más lacerante a medida que pasan las horas y llega la noche. Se ha sentido acosada por enigmáticas e insultantes llamadas telefónicas, ha explotado de rabia cuando un par personajes han llamado al timbre para intimidarla exigiéndola que abortara. Son emisarios de “un señor importante” que no puede tirar por la borda su estatus, su altísima posición. Tal vez, la más alta autoridad del Estado. Lo que daría lugar a un escándalo de dimensiones colosales. En La última noche de Sandra M. no se le cita, pero en todos los cenáculos y mentideros se rumoreaba que Sandra Mozarowsky mantuvo un romance secreto con el rey Juan Carlos I, y que la criatura que engendraba era del monarca Campechano. Por lo que, continuando con la dinámica del rumor, tras su misteriosa caída debían estar los servicios de inteligencia. No hubo autopsia. Jamás se demostró nada. Finalmente, mantiene una conversación telefónica con ese “señor importante”, sólo la oímos a ella. 

   Confieso que desprecio con toda mi alma estos tiempos de mojigaterías, rebosantes de meapilas remilgosos y monjas alféreces estreñidas, lo que no me impide reconocer que los años del tardofranquismo y la Transición fueron terribles, la ciudad era una jungla y aún peor era la basura que se escondía tras los falsos oropeles y bambalinas. Borja de la Vega, con un presupuesto de guerrilla, ha creado una obra de cámara minimalista con el retrato de una mujer que se atrevió a decir basta, lo que entonces no era frecuente, consiguiendo que de nuevo aflore en mí un sentimiento esencial de compasión y amargura.



miércoles, 13 de marzo de 2024

50 AÑOS DEL ESTRENO DE “LA MATANZA DE TEXAS” (Tobe Hooper, 1974)


     Se cumplen 50 años del estreno de este clásico film de culto imitado hasta la náusea que nos narra la terrorífica pesadilla en que se ven envueltos un grupo de chicos que viajan en una típica y sesentera furgoneta Volkswagen para visitar la tumba profanada del abuelo de uno de ellos, situada cerca de un matadero, y que desconocen el trágico destino que les espera. Una calurosa tarde de verano estos jóvenes idealistas pseudo hippies, amantes de la astrología y el amor libre van a descubrir el horror, van a traspasar la línea que separa sus vidas de la de Leatherface (Cara de Cuero) y su siniestra familia de carniceros palurdos.

     Con un guión firmado por el propio Hooper y Kim Henkel, esta obra cumbre de las splatter-movies titulada La matanza de Texas, una auténtica tabla de carnicero, se realizó con escasísimos medios y un director amateur, un producto con vocación subversiva y rodado con un tono semi-documental tremendamente efectivo, que recrea hasta la exasperación un clima asfixiante y malsano, para lo que su joven realizador se apoya en una fotografía granulosa derivada de un rodaje en 35 mm.

    La matanza de Texas supuso un antes y después en el género marcando para siempre a su director: elogio de la maldad, tensión in crescendo, pérdida traumática de la inocencia, atmósfera claustrofóbica, violencia hiperrealista y descarnada, tratado de comportamientos demenciales: Leatherface cuelga de un gancho para reses a Pam. El abuelo, el mazo… y Sally. Leatherface persiguiendo a Sally con la sierra mecánica. Los ojos desorbitados de Sally, jadeos, escalofríos, falta de respiración. Taquicardia. Pánico.


Nota: el dibujo que ilustra la cabecera del artículo es una creación del autor del mismo.

domingo, 10 de marzo de 2024

CRÍTICA: "TE ESTOY AMANDO LOCAMENTE" (Alejandro Marín, 2023)

TE ESTOY AMANDO LOCAMENTE” (2023) êêê

DIRECTOR: Alejandro Marín.

INTÉRPRETES: Ana Wagener, Omar Banana, Alba Flores, Jesús Carroza, Carmen Orellana, La Dani.

España / 2023 / 107 minutos

        El director malagueño Alejandro Marín firma su mejor película situando la acción en la ciudad de Sevilla en 1977, cuando Franco llevaba ya dos años muerto y la homosexualidad en España todavía era un delito. Esto era sí porque aún estaba vigente La Ley de Peligrosidad Social, una de las más aberrantes de la dictadura que sustituyó a la igualmente repugnante Ley de Vagos y Maleantes. En ese contexto, Reme (Ana Wagener), una madre tradicional movida por el amor a su hijo, Miguel (Omar Banana), un adolescente gay que, aunque su madre quiere que sea abogado, él aspira a ser artista y concursar en el programa televisivo Gente Joven. Cuando Miguel es detenido por la policía, Reme se involucra en el movimiento LGTBI andaluz, gestado paradójicamente en el seno de la iglesia con la ayuda y complicidad de un sacerdote, el Padre Manolo (Jesús Carroza).

     El director de la serie Maricón perdido toma como título la popular canción de Las Grecas “Te estoy amando locamente”, y a pesar de un cierto desorden narrativo, rinde un sentido homenaje a aquella generación de la Transición y deja clara su denuncia contra la política autoritaria de la época y unas fuerzas del orden que perseguían a homosexuales, transexuales, mendigos, hippies y a cualquier persona que ellos consideraran moral o socialmente peligrosa. En cualquier caso, salvo en la escena de la detención de Miguel y la visita al cuartel de su madre acompañada de su pandilla de amigos, esas fuerzas represoras del Estado solo tienen un protagonismo fuera de campo, porque lo que más le interesa al director subrayar, siempre en un tono nostálgico, es la implicación de un grupo de personas en la lucha por los derechos y oportunidades de la comunidad LGTBI y la abolición de la execrable ley citada, batalla en la que se involucran toda la banda de Miguel e incluso su madre, que ya había sufrido el suicidio de su marido, un militante comunista.

     Y lo hacen con un carácter festivo empujados por la ilusión y los aires de cambio de aquel tiempo, seguros de su victoria porque les asiste el derecho y la razón. Te estoy amando locamente es de una autenticidad demoledora en cuanto a la labor de maquillaje, vestuario y dirección artística, salpimentada por una magnífica partitura de Nico Casal y canciones de la época como “Yo no soy esa” de Mari Trini o “El Garrotín” interpretada por Smash entre otras. Así, en junio de 1978 asistimos a la considerada primera manifestación del Orgullo Gay de España en Sevilla, que conmemoraba la primera marcha celebrada en Barcelona un año antes, y yo, que estaba allí, recuerdo bien esa génesis.   

      Sabemos que lo que en el fondo late es un drama, pero Te estoy amando locamente es tan dolorosa como jovial, pues en su trama se mezclan las lágrimas con las carcajadas, también la reflexión, la angustia, la solidaridad y la empatía, ayudando a comprender lo que pasó en aquellos tiempos, pues la libertad sólo se puede apreciar por las cosas que con ella se consiguen. Tras ser detenido Miguel, su pandilla de amigos homosexuales y transexuales liderados por la guerrillera Lole (Alba Flores), con Manolo el cura, su madre, que ya ha evolucionado, y una abogada, harán posible su liberación. Cuando ésta se produce y Miguel concursa finalmente en Gente Joven con el tema “Yo sólo quiero amor” (de Rigoberta Bandini), todo cobra una energía luminosa, contagiosa, vitalista, esperanzadora… y reivindicativa, porque no olvidemos que, como leemos en el rótulo final, “las cosas están cambiando, pero no han cambiado todavía.” Entre otras razones, porque ni ahora ni nunca hemos gozado de una democracia real, y sería de estúpidos pensar que para ser demócratas basta con introducir un voto en una urna.